sábado, 11 de octubre de 2008

Final conocido

La anécdota puede sonar muy trillada, pero me pasó de a de veras. Mi noche no empezó de lo más copante que uno puede esperar. Después de un par de discusiones con alguna gente, iba a acompañar a mi hermana a "the Trosko Show", resulta que a mitad de camino decidí volverme pa' casa. Una vez acá me puse a tocar la guitarra y después a seguir con la lectura de Hard Times de Dickens: el libro es genial, yo con la guitarra soy cada vez peor.
A eso de las 3 de la mañana de este viernes no decidí suicidarme (como dice la canción) sino que decidí ir a la cama (aunque según Sor Juana y tantos otros es como un anticipo de la muerte, lo que vendría a convertir al sueño voluntario en una especie ensayo suicida). La cosa es que una vez acostado y tapado mi amiga Luciana me dice que estaban en una fiesta, que vaya, que la joda estaba güenasa.
Como no estaba dormido todavía, me volví a vestir. Puse un gerselito (la palabra me recuerda a mi infancia alpujarreña y, por ende, me cae simpática) en la mochila, bajé, tomé un taxi y salí pal festejo en cuestión. El taxista arrancó con eso de que hay que matar a no sé quién, después me dijo que cierta pareja estaba besándose en Salguero y San Jerónimo desde hacía tres horas, que el chaboncito era un pelotudo. Concluyó su relato con una anécdota que rozaba el piso: "una tipa de 65 años quería cogérselo". En realidad lo que rozaba el piso eran las tetas de la vieja, pero bue.
Bajé en Sarmiento y Esmeralda, pero no "compré un paquete de pastillas Remomé". Caminé un par de cuadras y me vino un retorcijón al estómago: no le hice caso (es el momento justo para aclarar que dicha celebración era al aire libre, muuuuuuuuuuuy lejos de todo tipo de baño). Seguí mi camino y llegué a la joda. Saludé a mis amigotes quienes estaban comprando una cerveza. Bebí, seguí con la bebida.
Me vino el maldito retorcijón de nuevo. Fui a un árbol, "eché un meo". Volví, seguimos con la charla y la bailoteada. La mayor de las chicas tenía problemas para articular sonidos, peleaba con extraños. Yo aceptaba todos los tragos que me llegaban a las manos. Eran las 4:30 aprox. Saludé compañeros de la facultad. Charlé con ellos, tomé otro trago.
Seguí yendo y viniendo. Compré un par de cervezas (calientes, por cierto). El maldito retorcijón volvió. Fui a uno de esos baños naturales que quedan al oscuro. Traté de orinar, no podía: al menos sin "premio". Maldíjeme. Volví a la pista de bailoteo. Volví a tomar porrón: ¡¡ERROR!! Seguí con la charla y el bailoteo. Volvió el maldito retorcijón.
Sin decir nada me tomé el palo, iba caminando rápido. El lugar está a tres kilómetros de mi casa. Tomé un taxi, no aguantaba más, sentí algo que se me escapaba. Bajé el vidrio, como pa' disimulá'. Llegamos a mi casa. Pagué. Bajé, abrí la puerta. Los dos malditos ascensores en la terraza!!!!!!!!!!! No podía pasar de otra manera: ME CAGUÉ ENCIMA.




PD: si se preguntan por qué me fui sin decir ni chau, ahí está mi respuesta.

martes, 7 de octubre de 2008


Hoy cuando, después de almorzar, me eché un ratito a leer en el sillón me quedé dormido. Algo casi obvio, sobre todo si el almuerzo es un sandwich de milanesa comprado en La Perla. A los diez o quince minutos de haber quedado mosca, sentí que me estabas besando. Era muy, pero muy real. Sentía tus labios pegados a los míos. Era uno de esos besos muy apasionados, cargados de sexo, pero al mismo tiempo repletos de cariño y amor.
Sospeché.
No sentía eso desde poco antes del inicio de agosto. Pensé mientras respondía a tu beso: "esto no puede ser otra cosa que un sueño, tengo que abrir los ojos para comprobarlo. Pero ¿si los abro y no está? Puede ser peligroso. Aunque corro con los mismos riesgos de que hayan pasado los meses que faltan para la llegada, es decir, que sea febrero (¡eso implicaría que saqué inglesa y semiótica!)." Dudé mucho. Mientras tanto no iba a desaprovechar la oportunidad: puse mi mano en tu cabeza y te acaricié atrás de la oreja, te acaricié el pelo, mordí un poquito tu labio inferior y tomé coraje.
Cuando abrí los ojos, efectivamente caí en la cuenta de que tenía que seguir estudiando el neoclasicismo inglés, que me quedan dos semanas para rendir semiótica y estoy hasta el porongón y, por si eso fuera poco, que no me estabas besando. Maldije todo un ratito. Otro ratito me sentí medio tristón. Al final terminé alegre por haber experimentado algo que no pasa hace muchisísimo tiempo. Me levanté, me lavé los dientes.
Volví a estudiar.
A la tarde, a eso de las 19:30, decidí que era hora de preparar un bizcochuelo, de esos de manzana y naranja que no hago hace mucho. Todavía no lo prové, pero creo que me salió rico.
Si te despertás soñando que comés eso o bife de hígado, es porque lo cociné hoy.
Para vos.